jueves, 29 de diciembre de 2011

Las serpientes devorahombres de Filipinas

Nuestra reacción ante las serpientes puede oscilar desde el asco, el horror y la fobia a la curiosidad, la fascinación e, incluso, la adoración, como ocurre en algunas culturas en las que son convertidas en diosas. Esta mezcla de repulsión y atracción ha sido investigada por antropólogos, primatólogos, psicólogos y otros científicos de distintas áreas, pero hasta ahora poco se conocía sobre los peligros que estos animales suponían para los extintos homínidos y los seres humanos que actualmente viven de forma prehistórica como cazadores recolectores. El motivo es que las serpientes se tragan a las víctimas enteras y no dejan fósiles como sí lo hacen los cocodrilos u otros mamíferos carnívoros. Además, los escasos estómagos de serpiente fosilizados encontrados no contienen primates y los casos de ataques de constrictoras a seres humanos en zonas rurales son anecdóticos. Entonces, ¿fueron los primeros hombres, dedicados a la caza y con asentamientos más inestables, un plato de cena para las serpientes? Investigadores de SIL Internacional en Dallas y de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York) han estudiado a un grupo de indígenos de Filipinas, los Agta Negritos, para obtener la respuesta. El estudio, que aparece publicado en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., sugiere que las dos especies estaban dispuestas a devorarse entre sí, ambas eran presas y depredadores, y ambas competían por comerse a otros animales. Una compleja red de relaciones entre hombres y serpientes gigantes que comienza en la noche de los tiempos.

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